La llegada de la inmigración y la transformación de la matriz demográfica española
En las últimas décadas, España ha abandonado su antiguo patrón demográfico expulsor de población y se ha convertido en un Estado receptor neto de flujos migratorios (Tedesco 2008). Hacia finales del decenio de 1970, la sociedad española comenzó el alejamiento progresivo de su perfil emigrante. Los cambios estructurales, tanto económicos como políticos, por las que atravesaba produjeron no sólo el retorno de parte de sus antiguos emigrantes en los continentes americano y europeo sino, paralelamente, la llegada ingente de población extranjera. Un cuarto de siglo después, el escenario sociológico español presenta un carácter profundamente inmigratorio. El número de inmigrantes en España supera, en la actualidad, los 5 (cinco) millones de personas y, en términos absolutos, este país es, luego de los Estados Unidos, el Estado que más inmigrantes ha recibido en los últimos diez años. Tal cuadro situacional ha conducido a que el 11,3% de los residentes en España sea de origen extranjero. Los colectivos poblacionales de origen inmigrante más numerosos son, en orden descendente, el rumano, el marroquí, el ecuatoriano, el británico y el colombiano (INE 2008).
Entre los factores que han propiciado el fenómeno inmigratorio en España, se ubican el boom económico acaecido durante el último decenio basado en el crecimiento del sector inmobiliario, las especiales ubicaciones geográficas de la península ibérica (su proximidad al continente africano facilita el ingreso de miles de inmigrantes no hispanohablantes y subsaharianos) y, a su vez, la semejanza cultural y la proximidad histórica con el continente americano y, particularmente, con la región andina. La cifra de inmigrantes de origen rumano está correlacionada con el ingreso de dicho país a la Unión Europea, a diferencia de los colectivos de origen marroquí o subsahariano, que provienen de países no comunitarios. En cuanto a los británicos, su presencia es anterior destino preferente de jubilación y segunda residencia (aquí) de Europa y los Estados Unidos de América. Como consecuencia de esta reversión de las corrientes migratorias, la urdimbre sociológica española ha cambiado y ello ha originado la puesta en marcha de procesos adaptativos y de integración de los colectivos inmigrantes en la sociedad de acogida (Arango 2005) (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales 2007).
Cuando se hace referencia a la integración de los inmigrantes, se hace uso de una expresión que, por naturaleza, es ambigua y polisémica. Sin embargo, la producción bibliográfica sobre la integración socio-económica, educativa, jurídica y cívico-política de los inmigrantes es profusa. A pesar de esta multiplicación de abordajes sobre la integración de los inmigrantes, poco se ha estudiado acerca de los mecanismos a través de los cuales la responsabilidad social corporativa ha favorecido la paulatina y normalizada incorporación de los inmigrantes en la sociedad receptora (Arango 2005) (Aparicio 2007) (Bideborst y Boscán 2008). A la observación de este fenómeno, se dedica el siguiente apartado.
Responsabilidad social corporativa, inmigración y políticas de integración
El descubrimiento del inmigrante como cliente ha llevado a que se lo considere un nuevo stakeholder y eso ha conducido a la generación de políticas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) tendientes a facilitar su integración. Gracias a la labor en materia de RSC llevada a cabo por las empresas, el Estado español, además del contar con el trabajo incansable de cientos de organizaciones no gubernamentales y asociaciones de inmigrantes, ha favorecido la inclusión del sector, facilitando su acceso en el quehacer empresarial como sociedad receptor de esta era: el empresariado solidario influye de manera positiva en la vida de estos inmigrantes, contribuyendo, con su capital filantrópico, con sus acciones, a la convivencia pacífica en sociedades diversas.
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